Días de Verano
Las familia Álvarez llega en tropel a la playa como cada mañana.
Si bien, a primera hora y para reservar la primera línea con sus trincheras, había llegado la avanzadilla. Compuesta por los veteranos, el abuelo Paco y la abuela Encarna. Sillas, sombrillas y demás parafernalias fortificaron la zona.
Una hora después llegó el resto del destacamento, compuesto por su hija, hijo, cónyuges y la prole de ambos, en total, once insurrectos a la bandera roja que ondea en la cercanía.
María, la hija mayor, se derrumba en una de las sillas y saca de su bolso el vicio denostado. Le da la primera calada de la que saben vendrán muchas más para sobrellevar otro día de playa en familia.
El marido, Julio, le acompaña en el derrumbe e intenta sumergirse en el diario deportivo antes de que Pepe, el pequeño o también conocido como la reencarnación del mal, haga de las suyas.
Con la indiferencia de la adolescencia está tumbada Marieta. Ya se ha embadurnado del aceite de moda que infartaría a cualquier dermatólogo para incrementar su bronceado.
Pepe, observa con sonrisa pícara cual de sus primos será la primera de sus víctimas.
En el otro lado de la fortaleza edificada por los ascendientes se encuentra Quico, con su mujer Noelia, intentando que haya algo de distanciamiento en la disposición de las toallas con respecto al resto de familia. Algo que ejecutan sin darse cuenta. Es su propio subconsciente el que opera por el bien de la convivencia veraniega.
También se encuentran las gemelas, Mia y Kira que desembalan todo su arsenal para construir el castillo de turno que su primo Pepe acabará por destruir, como un déjàvu constante.
Un poco más aislado y con aire taciturno, concentrado en su último libro, se encuentra su hermano Martín, su mirada fija se distrae cada vez que el minúsculo bikini de su prima Marieta mengua con los movimientos de esta.
Se acerca la hora de la comida y la abuela Encarna dispone de su set de tápers que ofrecen alimentación para todo un regimiento, algo muy característico de aquellos que vivieron los años del hambre. A su vez, su nuera Noelia, desaprueba con la mirada el exceso de carne que una vegetariana consumada como ella sigue sin poder tolerar. Mientras María, la mira de soslayo con el desdén habitual que años de relación genera en los opuestos.
Después de apaciguar el hambre voraz que causa la deshidratación del típico día de playa, cada uno vuelve a su posición original y se embullen en sus propios pensamientos.
Encarna extiende las piernas en otra silla tras el reclamo de su circulación y piensa que ya no está para estos trotes. Entonces se acuerda que se perderá el nuevo capítulo de "Tierra de pasiones", se enerva al pensar que no sabrá que pasará con Özgur.
"¡Qué hombres esos turcos! ¡tan guapos, varoniles y a la vez sensibles! ¡cómo lloran !. No como su Paco, que la sensibilidad y él aún no se han encontrado".
En ese mismo instante de reflexión el abuelo salta de su silla y persigue a Pepe, que le ha quitado su radio portátil. En un movimiento próximo a la capoeira, Pepe golpea la entrepierna del pater familias que cae derrotado en la arena con lágrimas en los ojos. Encarna, que no se ha enterado de los preliminares, se congratula al pensar que la descendencia ha conseguido llegar al corazón de su Paco.
Y desde su asiento de apatía, el mismo pensamiento que en días anteriores acompaña la calada de María, "si hubiera sido el primogénito, sería hijo único". En tanto que la otra bandada familiar, desaprueba el comportamiento del pequeño, convirtiéndose en otra tradición más de los días de verano.
Para el Vadereto del mes de Marzo
Hola, Lulita.
ResponderEliminarUna delicia de relato, porque es puritita realidad.
Me ha recordado mis tiempos mozos en que íbamos en tropel a la playa, sobre todo los fines de semana, y poco difería de lo que cuentas. Siempre había algún Pepe travieso, una Marieta indiferente, padres semi-preocupados y abuelos que vigilaban que todos sintiéramos el ambiente familiar. Ese ambiente que en aquel entonces se nos hacía obligado y aburrido; y ahora, con el pasar del tiempo y las pérdidas, lo añoramos y recordamos con una extraña mezcla de alegría y tristeza.
Me encantó la forma en que has ido introduciendo a los personajes y haciéndonos partícipes de esa convivencia playera.
Preciosísima carta de presentación para el VadeReto. Espero que sigas trayéndonos estos regalos tan sabrosos.
Muchísimas gracias. Un Abrazo.
Hola Jose , gracias por la cálida acogida. Totalmente de acuerdo, con el tiempo añoramos lo que por edad antes menospreciábamos. Un abrazo
EliminarQue refrescante escena! Y cuantos personajes! Me parece reconocer a alguno en mi propia familia! Ja ja! Nos has despertado cierta nostalgia de tiempos pasados! Un besote amiga!
ResponderEliminarHola Marifelita, seguro que un abuelo Paco o Encarna, todos hemos tenido jaja, gracias amiga por estar ahí. Un beso
EliminarHola, me ha encantado el relato, todos los personajes con su rasgo correspondiente según edad, sexo y parentesco, genial, un derroche de imaginación y creatividad del lenguaje. Me ha faltado al final un giro más de tuerca para acabar o con la paciencia de toda la familia, típico de un día de playa así, o, todo lo contrario, un momento de alegría total que les uniera más y acabara con todos sus vicios adquiridos, en cualquier caso, muy bien logrado. Un abrazo. :)
ResponderEliminarHola Merche, gracias por leerlo y estoy de acuerdo contigo, cuando lo acabé me quedo un poco desinflada, me faltaba algo más, puede que con el tiempo lo intente redondear. Gracias y un abrazo!
ResponderEliminarHola Lulita, bienvenida al VadeReto. Me ha gustado tu relato, creo que todos los que nos llevaban de chicos en familia a la playa podemos identificarnos con alguno de tus personajes. Un relato muy agradable. Saludos.
ResponderEliminarHola Ana, me alegro que pueda recordar de alguna forma, momentos tan felices como son los de la infancia en familia. Gracias por leerlo y por tus comentarios.
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