Días de Verano
Las familia Álvarez llega en tropel a la playa como cada mañana. Si bien, a primera hora y para reservar la primera línea con sus trincheras, había llegado la avanzadilla. Compuesta por los veteranos, el abuelo Paco y la abuela Encarna. Sillas, sombrillas y demás parafernalias fortificaron la zona. Una hora después llegó el resto del destacamento, compuesto por su hija, hijo, cónyuges y la prole de ambos, en total, once insurrectos a la bandera roja que ondea en la cercanía. María, la hija mayor, se derrumba en una de las sillas y saca de su bolso el vicio denostado. Le da la primera calada de la que saben vendrán muchas más para sobrellevar otro día de playa en familia. El marido, Julio, le acompaña en el derrumbe e intenta sumergirse en el diario deportivo antes de que Pepe, el pequeño o también conocido como la reencarnación del mal, haga de las suyas. Con la indiferencia de la adolescencia está tumbada Marieta. Ya se ha embadurnado del aceite de moda que infartaría a