Verde oliva
Para el Tintero del Oro Cada vez su verde es más apagado, más pardo, marrón. No llueve, no da tregua a la preocupación del labrador. Los viejos se lamentan a diario, malos tiempos vienen. Escucho las conversaciones: —¡Madre del amo hermoso! No hay quien compre una garrafa. Acabaré hasiendo el panaseite con aseite de giraso —No sale a cuenta paga el jorna pa lo que hay —¡Oro, oro líquido! El tema es recurrente en cada visita. Muchas bocas dependen de ese color, no solo es el pan, sino una forma de vida. Es parte de lo que hemos sido y somos, aun a falta del suficiente relevo generacional. Como el pescador que se siente perdido cuando no tiene su azul, así nos sentiríamos sin nuestro mar perenne de verdes y platas. Ese verde cálido de mi infancia. Ese verde que menospreciaba en mi adolescencia, cuando solo quieres volar fuera pero que siempre me ha dado la bienvenida cuando volvía, porque su color era sinónimo de hogar. Recuerdo las lágrimas que me acompañaron al marchar aquella ve