La Luna abrazando al Sol

 Un cuento para el Tintero:

Desde el blog el Tintero del Oro, nos animan a escribir un cuento, un homenaje a Giambattista Basile y su libro el Pentamerón.

La historia que a continuación os narraré, ocurrió hace tanto tiempo y en un lugar tan lejano que solo ha perdurado porque aún hoy, hay vestigios de su suerte. Se cuenta que hace mucho tiempo vivían dos hermanas de sin igual belleza.

Una era de pelo enhebrado en oro, ojos de un inmenso mar y tez dorada como si el sol la besara.

La otra hermana era de tez blanca pero con la luz de la luna en ella, cuyo cabello abrigaba cual terciopelo negro su cuerpo y su mirada era de una profundidad obsidiana.

Por entonces habitaba en el reino cercano un apuesto rey, que buscaba esposa en los reinos colindantes para ampliar su poder.

Fue entonces que el sol se sobrepuso a la luna, la calidez sobre el misterio y el fuego sobre el frío.

Los esponsales se realizaron a la mayor brevedad, pues el rey ansiaba un heredero con el que perpetuar su linaje y he aquí que la hermana luna, ofendida ante el desprecio del rey, decidió cambiar la historia.

De la mano de la envidia, recorrió valles y montañas hasta llegar a la profundidad de un bosque encantado, donde habitaba una vieja hechicera, de grandes poderes.

La luna le rogó el amor del rey, sin importarle el precio a pagar. 

-Nada obtendrás sin sacrificar algo más-Le advirtió la hechicera

-Te daré todo lo que tengo-Insistió la luna

-No, me darás todo lo que tendrás.

Poco después, el sol fue repudiado y aunque no era la intención de la luna, condenado a herejía. Así el enhebrado oro fue separado del resto del cuerpo y la calidez , apartada del rey.

Los años transcurrieron pero la luna no era capaz de concebir heredero alguno. El rey, una vez perdido el embrujo, miraba con desprecio a su esposa y el temor de acabar como el sol, amedrentó a la luna.

La reina volvió a buscar a la hechicera, le suplicó ayuda.

-Te advertí que el pago sería todo lo que tendrías, tu fruto es ahora mío, no tienes nada más que anhele, vuelve a tu reino y no vuelvas a importunarme- Sentenció la vieja.

La reina volvió al lado del rey, pues temía la ira desmedida del monarca. Y así fue que dando rienda suelta a la misma, condenó por herejía a la que su lecho compartía.

Las lágrimas de la luna surcaban su blanquecina tez, mientras sentía el frio que antecede a la muerte. Y fue en ese instante que el recuerdo del sol la abrigó e imploró su perdón hasta su último aliento, hasta que el terciopelo fue separado del resto del cuerpo.

Desde entonces, se cuenta que la Luna busca incansable al Sol y las veces que se aproxima, la envidia se interpone, tornando la Luna rojiza, la Luna de sangre, pero en raras ocasiones, la Luna es correspondida por el Sol, es entonces cuando durante el día se hace la noche y la Luna por fin recibe su perdón.

Y es un hecho incontestable en el cielo, que así los celos y la envidian quitan al hombre la vida y aunque el errar es humano, divino es el perdonar.